viene de la entrada anterior
El día se rindió a sus idas y venidas por el mundo de los sueños, estática frente al ordenador, rodeada de aquellos documentos que veía diariamente y que hoy parecían nubes difusas sobre la mesa. Apenas sus labios pudieron dibujar palabras al aire, que las llevara y diera significado a sus pensamientos. Quiso visualizar la imagen tantas veces como pudo, pero construyó miles de escenas distintas, representaciones de un quizás poco certero. Berta conseguía devolverla al suelo en contadas ocasiones, sus pupilas fijas a los segundos que emanaban del reloj que presidía la pared que la enfrentaba, la mantenían hipnotizada al tiempo.
Bruno aligeraba en cada movimiento, la cabeza lo estaba torturando a preguntas, los remordimientos lo asediaban, y los recuerdos le vencían.
Lo juró tantas veces...,se lo repitió hasta la saciedad, y ahora, ¿acaso todo se le olvidó? Cuando Gabriela se fue, se prometió no volver a pasar por lo mismo, enamorarse era un error, se obnubilaba la mente y no actuaba con claridad, era preciso dar marcha atrás. Pero, ¿cómo explicarlo? No, no podría con ello por segunda vez, fue como morir en vida, dejar de creer,....comenzó a ahogarse y tuvo que salir a la calle.
-Demasiado tarde- pensó, al mirar el reloj que portaba en la muñeca de su mano izquierda, la suerte estaba echada, nuevamente pudo más su corazón que su cordura.
Alina no había probado bocado en todo el día, era tanta la adrenalina que brotaba de su cuerpo, que apenas sintió como desfallecían sus fuerzas.¿Sería porque se acercaba la hora?
Berta le preparó un vaso con agua y azúcar al percibir el color que difuminaba su rostro.
-¡Chica!, cualquiera diría que nunca has tenido una cita- recriminó Berta.
-No, desde que .....- Alina quedó en silencio.
-Sí, lo se, lo siento, no tenía que haberlo sacado a relucir, perdona Alina pero..., creo que va siendo hora que superes su pérdida. Pablo no va a volver y tú has dejado que te consuma la vida. Eres demasiado joven para renunciar al amor ¡ No, no y no! ¡Como si te tengo que llevar yo a rastras a esa cita!- le reprendió.
-Ja,ja,ja,ja -rieron juntas.
- De acuerdo, iré, pero si algo sale mal, tendrás que rescatarme del abismo donde voy a caer, te lo advierto - dijo a media sonrisa.
- ¡Anda, anda! ¡No te hagas la melodramática ahora conmigo! Bien sabes que estaré aquí para todo cuanto necesites, en eso consiste el contrato de ser buenas amigas - río mientras la abrazaba.
Bruno echó el cierre como cada tarde a las cinco, se incorporó, alisó su camisa y se colocó el cuello lentamente. Suspiró profundamente y dejó que sus pies tomaran dominio de su cuerpo, dejándose arrastrar por ellos hacia donde su mente los dirigía, un círculo sobre si mismo que lo enroscaba en sus indecisiones. Cruzó la calle sumido en sus pensamientos y avanzó por ella hasta el portal donde sabía trabajaba Alina.
Ella, por su parte, se miró por última vez al espejo, retocó su sonrisa y se pregunto a si misma, pensativa, si aquello era lo correcto. Besó a Berta en la mejilla y bajó por las escaleras sin prisas. Al llegar al portal, pudo, a través del cristal translúcido de sus puertas, ver la silueta de un hombre que paseaba de un lado a otro de la misma. Tomó todo el aire que sus pulmones pudieron asimilar, lo expulsó pausadamente y caminó hacia la misma abriéndola de un tirón.
Una sola mirada le bastó para saber que sus vidas quedarían unidas de por vida.
- Hola Alina - saludó con dulzura.
- Hola Bruno- contestó con emoción.
-¿Damos un paseo? - preguntó Bruno sin dilación.
- Claro, el día está estupendo y aún queda algo de sol - replicó.
Bruno la tomó de la mano y juntos acompasaron el paso calle abajo, entre palabras y risas.