Tenía la certeza de que en este enorme espacio virtual, donde cada uno elige la parcela que considera oportuna, adorna e ilumina como quiere, de manera libre y espontánea, no habría aquél que siempre llega de mala pasada a destruir el jardín de la entrada, a pintarrajear la fachada de nuestra casa. Pero claro, se me olvidaba, que aún siendo virtual, sigue perenne la faceta humana.
Son aquellos, que creyéndose con un intelecto superior, subestiman la inteligencia ajena, menospreciándola, olvidando que tras estas puertas que brindamos abiertas a todo aquél que quiera llegar, hay corazones que laten y cabezas pensantes.
¿O quizás lo sepan tan bien, que es hasta ahí dónde quieren entrar?
Los hay que pululan sigilosamente, armándose de su mejor sonrisa y sus más bellas palabras, pero se apostan tras su ventana observando con cautela los movimientos de la casa de enfrente, al acecho y listos para saltar en cualquier momento y atravesar la calle que nos separa para colocar con su supuesta astucia lo urdido en su trama.
¡Qué pena! ¡No tener una vida plena que necesiten de esas artimañas para sentirse vivos!
¡Qué lástima! Yo me pregunto, ¿se puede vivir con el corazón ennegrecido?
A ti te lo digo, a ti, que llegas hasta mi casa para embarrarla, tras sortear la parte trasera para colarte por la entrada.
El agua limpia clarea la suciedad que dejas, pero ¿y tú? ¿Puedes arrancar con la misma facilidad ésta de tus entrañas?
Creo que la vida es más plena que andar con estas patrañas. Vive, deja vivir y se feliz.